domingo, octubre 18

Un cumpleaños mas

Beatriz asoma su nariz al salón lleno de gente y piensa por tercera vez desde que salió de su habitación que no le gustan esas fiestas. Desde que recordaba, su madre le daba mucha importancia a esas ocasiones y tenía un talento especial para convercerla de aparecer... Beatriz siempre lo hacía con esa duda metida en la tripa, incluso ese día cuando era ella la del cumpleaños.
A veces pensaba que, después de tantos cumpleaños forzados, había empezado a desear sentarse incómoda en una mesa mientras todos le daban abrazos y obsequios... quizás no podía concebir un cumpleaños sin las palabras que su madre escribía siempre para ella, sin esas frases maravillosas que su maravilloso padre le decía al oído al abrazarla por la mañana.
No, Beatriz no odiaba los cumpleaños, solo odiaba esas fiestas... ella hubiera querido subir corriendo una colina, con su familia detrás y que al llegar a la cima asfixiados, exhaustos cayeran todos al suelo... Todos menos su madre, quien siempre fue fuerte, quien siempre parecía tener un aliento extra guardado... Ella no caería, ella desaparecería detrás de una gran roca y, cuando nadie estuviese pensando en ella, aparecería con un gran pastel cantando una dulce canción. Ella daría su discurso al viento, para que a través de él todos supieran lo mucho que su madre quería a Beatriz, para que el viento mismo lo supiera... Y cuando anocheciera, Alejandro la tomaría en brazos y la bajaría corriendo, mientras sus padres y Ana los observaran divertidos.

Dio un par de pasos mas dejando la protección de la cortina y entonces la atención se centró en ella... No hubiera podido seguir pero se concentró en la sonrisa de su padre, cálida y hermosa y entonces dejó que su cuerpo se moviera con esa gracia usual, que su boca soltara agradecimientos y sonrisas, sopló la velas y bailó con él...
Al final de la noche, estaba exhausta. Asistir a esas fiestas era como subir una colina a toda velocidad... era como llegar a la cima y después tirarse en la hierba sintiendo que el aire se niega a entrar en los pulmones...
Y se sentía asfixiada, lista para correr a refugiarse en ese gran tanque de oxígeno personal, su habitación... pero unas palabras después ya no lo necesitaba. Él la besaba, dándole la serenidad de quien ha descansado lo suficiente sobre la hierba.

Al volver a su habitación pensaba que esos 17 no eran tan malos, pensaba que la pared era demasiado blanca, pensaba que podría pintarla y llenarla de bonitas emociones...

Pensaba en Ana, pero ella no estaba.