sábado, abril 26

FIT

Todos tenemos días intensos. Días en los que sentimos que la voz sale mas gruesa y firme a través de la misma débil garganta de siempre. Como un torrente de agua, furioso, recio, seguro. Momentos de la vida en los que, sin explicaciones, nuestra piel vuelve a ajustarse a nuestra alma dejándonos ver que aún, después de tantas horas a oscuras, después de un letargo tan prolongado y atroz, después de la sensación pegajosa y sucia de vivir una vida emborronada por miedos y fracasos... aún estamos vivos. Aún existimos. Y no solo para respirar mientras evocamos las épocas en las que solíamos ser nosotros mismos. No. Aún somos nosotros mismos. Una vez mas ese ser enorme y lleno de virtudes ha despertado y lo ha hecho decidido a luchar, a vivir, a jugar y ensuciarse.

Me levanto dispuesta a reir a carcajadas hasta sentir que mi pequeño cuerpo se parte en dos, porque de pronto compruebo que existo, que soy mas real que el sol que me baña diariamente con sus rayos, que su calor y que su belleza.
Sí, días intensos. Días de sentir. Y eso, para una persona que ya de por si es intensa y que siempre, a todas horas, no hace mas que sentir y sentir.... es lo mas explosivo y majestuosamente bello que se puede experimentar. Sentir que de dentro brotan chorros de luz, chispeantes y calientes, que esparcen mi alma por cada rincón del mundo, por cada poro del planeta; ser, ante todo, un rayo poderoso, con un objetivo, con una dirección y un sentido.
De pronto, como si jamás lo hubiese hecho, abro los ojos de verdad. Tomo conciencia con la sensación de haber estado en coma durante mucho tiempo, me miro las manos, las reconozco como tantas veces hice antaño y me digo, convincente: Soy yo.

A veces las personas necesitamos volver a vernos a los ojos. La vida nos da días para emerger de las profundidades. Para vomitar todo lo podrido que hemos ingerido por siglos y siglos de encierro. Libres. De pronto nos vemos libres y ansiosos de correr, de volver a disfrutar de la comida, del agua, de una sonrisa. Compartir.

Días intensos. Apasionados. Días con ganas de amar, de sentirse amado. Días con ganas de besos y abrazos. Días como hoy, como ayer... como hace tanto. Días que vienen por montones si se les abre los brazos y se les grita que Si!!
Todos somos libres de huir, de tener nuestro pequeño minuto a solas. Pero en estos días, la soledad no es mas que un triste sucedáneo de la vida. Debo salir, respirar hondo y embarrarme de todos los colores del día, que me alegran produciendo un cosquilleo con cada pincelada. Y vuelvo a tomar forma, cual hombre invisible bañado de lodo, vuelvo a interactuar con el mundo y con MI mundo. Con la 'yo' que vive dentro y espera que día a día la que está fuera le cuente que pasa, que hay ahi? Cómo es la gente?
Será que una se alimenta de la otra, será que ambas contribuyen al crecimiento mutuo, que como dos huérfanas se cuidan y se alimentan, y se dan calor por las noches. Y yo la he querido tanto, tanto que he aprendido a vivir con ella a solas.
Pero ha llegado este día. Este día intenso y mágico y necesito salir. Y con solo abrir los ojos y tomar una monstruosa bocanada de aire... ya estoy fuera.