domingo, enero 6

Día de Reyes

Dia 6.

Epifanía: La venida del Dios hecho hombre.

Anoche soñé que estaba perdida y tenía mucho miedo. Me encontraba en un lugar muy grande, lleno de gente, no corría ningún peligro ni estaba lastimada y sabía en qué lugar me encontraba así que podía regresar a casa en el momento que lo quisiera, pero tenía miedo. Había perdido entre toda la gente a las personas que me acompañaban y me sentía sola. Y además, por si fuera poco, mi soledad se incrementaba frente a mi incapacidad para demostrar ese miedo. Fingía una tranquilidad que me aislaba aún mas del resto de las personas. No quería que se descubriese mi debilidad, mi miedo y eso me alejaba del calor humano: De eso que tanto extrañaba.
De pronto me daba cuenta que ya hacía mucho no veía un rostro conocido y mi miedo se acrecentaba, pero en vez de hablar con alguien continuaba en la búsqueda de mis acompañantes y así, cada vez que alguien me hablaba yo contestaba brevemente y me alejaba. No pedía ayuda ni lloraba, que era justo lo que quería hacer. Pude haberme derrumbado pero me daba tanta vergüenza que me vieran así que era capaz de controlarme. Esa era mi fuerza: El miedo al ridículo.

Cuando desperté no le di mucha importancia. Ni siquiera estaba asustada al momento de despertar, simplemente olvidé todo y comencé mi día. Mas tarde me paré en misa y cuando el padre preguntó: "¿Qué se celebra hoy?" Todos los niños gritaron: "El día de los reyes magos!"
Y yo me dije automáticamente: "correcto". Entonces el padre corrigió a todos los niños (y a mas de un adulto) hablando de la Epifanía. Entonces me di cuenta de que yo ya sabía eso, solo que estaba tan ausente de lo que estaba haciendo que lo había olvidado. Entonces cai en cuenta de que estoy viviendo en un nuevo año y que yo seguía con las mismas inseguridades y torpezas del año viejo. Hice lo obligado: intenté disculparme. Se perfectamente que es imposible cambiar de un día para otro, pero me detuve y, en vez de justificarme hice algo que tenía mucho sin hacer: Oré.
Y en esa oración recobré un poco el sentido de la vida.

Pedí perdón: Y recobré la sencillez.
Pedí ayuda: Y reconocí cuan imperfecta soy.
Dí las gracias: Y me sentí mas humilde.
Pedí por los demás: Y recordé que tengo muchísimos hermanos.

Si, oré a Dios y recordé, así de pronto y si mas, que tengo fé. Que creo en Él. No cambié mágicamente, aún soy la misma persona alejada y vacía. Pero en esos minutos de oración se prendió de nuevo una lucecita en mi, como una pequeña llama que me empieza a transmitir el calor del amor. Y me siento con esperanzas. Se que soy renovable, que puedo reconstruír mi paz. Que puedo volver a creer que soy un templo de Dios. Que puedo volver a sentirme digna de la vida.
Entonces recordé mi sueño y noté que es así como me siento gran parte del tiempo: Sola. Porque he caído en el error de creer que solo la perfección es aceptada. Porque ya soy demasiado vieja para sentir miedo. Porque se supone que sea un ejemplo. Porque debo enorgullecer a mis padres. Porque la vida me necesita valiente y entera. Porque llorar y ser débil no ha conseguido hora en mi frenética agenda y comienzo a creer esa tontería de que ya no soy una niña.

Pero es todo una mentira. Lo soy. Es esa niña la que tiene miedo, la que quisiera haber tenido un hermano mayor para seguir de ejemplo, porque solo me siento valiente para decir chistes y jugar a vivir.
Pero hoy, en el día de Reyes, he recordado que tengo fé, que tengo a Dios como hermano (el mejor ejemplo) y como Padre (quien ya se siente orgulloso de mi). Y que tener miedo es de valientes.
Y por eso, con esa pequeña oración recargué mi espíritu de fuerzas y mi mente de paz: Tengo en las manos la oportunidad de cambiarlo todo.
Y de hoy en adelante, cuando tenga miedo lloraré y pediré ayuda. He comprendido que todos necesitamos consuelo.

F.